Misas en lugares aislados: el dilema de no contar con sacerdotes

En el mundo católico, la celebración de la misa dominical tiene un valor espiritual y comunitario significativo, ya que para los fieles representa la conmemoración del sacrificio de Jesucristo en la cruz y la renovación de la alianza entre Dios y su pueblo.
Sin embargo, en áreas remotas muchas veces se presenta la problemática de que no existen sacerdotes disponibles permanentemente, haciendo de la celebración de la misa una actividad desafiante, pero no por eso menos importante.
Es una situación que podríamos esperar en el Amazonas o en algunas partes de África, pero que también se presenta en nuestro país. En Chile tenemos, por ejemplo, la zona altoandina en el Norte Grande -por mencionar el área en que desarrollamos nuestras actividades como Universidad-, donde la iglesia ha estado presente desde 1540, con la llegada del imperio español al territorio que hoy comprende Chile.
Frente a esta situación, la Conferencia Episcopal ha señalado que “en nuestros días, en muchas regiones cada una de las parroquias no puede gozar de la celebración de la Eucaristía todos los domingos, por haber disminuido el número de sacerdotes. Además por circunstancias sociales y económicas, algunas parroquias se han despoblado. Por ello a muchos presbíteros se les ha encomendado celebrar varias veces la misa del domingo en varias iglesias distantes entre sí. Pero esta práctica no parece siempre oportuna, ni para las parroquias privadas de pastor propio, ni para los mismos sacerdotes”.
Por esto, en algunas iglesias particulares los obispos han considerado necesario establecer otras celebraciones dominicales cuando falta el presbítero, a fin de que pudiera realizarse del mejor modo posible la asamblea semanal de los cristianos, así como asegurarse la tradición cristiana del domingo. (…)
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