El movimiento orquestal: una plataforma para la democracia cultural

Como una organización que depende del Estado, la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile (FOJI) cumple una función pública que erróneamente puede percibirse como un quehacer elitista y asistencialista. De hecho, cuando pensamos en los beneficios de la práctica orquestal infantil y juvenil como mecanismo de desarrollo social, normalmente el enfoque está en el acceso y aprendizaje de un instrumento. Sin embargo, el potencial cívico e identitario de integrar una orquesta excede por mucho la ganancia individual.
La música puede cambiar vidas, sí, pero también puede cambiar nuestra vida en sociedad.
Al integrar una orquesta, los niños y niñas aprenden desde temprano el sentido de comunidad, ya que el tocar en grupo fomenta la empatía a un nivel psicosocial y también, en las acciones relacionadas con la práctica misma. Cuando alguien interpreta bien un pasaje, son todos los que están a su alrededor quienes, como resultado, lo interpretan bien. La práctica orquestal, así como la vida en sociedad, tiene que ver con eso: armonizar instrumentos disímiles, confiar en la persona que está a tu lado y trabajar para que el sonido de un grupo, finalmente, se convierta en música.
Por otra parte, la dimensión sonora es fundamental para la identidad colectiva. De hecho, muchas veces las tradiciones locales están alojadas en la música como expresión principal. En Cochrane, por ejemplo, existe una tradición oral de la práctica del acordeón. O en Tarapacá y sus alrededores, la interpretación de los ensambles de bronce forma parte de un contexto que excede con creces lo puramente musical. En cada territorio podemos reconocer y potenciar una identidad sonora propia, así como su práctica. (…)
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